El respeto es un concepto tan antiguo como el cielo y la tierra, pero debemos tener claro que éste ha ido cambiando y evolucionando a través del tiempo. Antes sólo se respetaba a alguien por sus posesiones, dinero, poder; también se respetaba a alguien sólo por su mayor edad; o también por su género. Estas actitudes fueron cambiando hasta llegar a nuevas aplicaciones del respeto.

Todo lo que nos rodea merece nuestro respeto, personas, animales, creencias o estilos de vida de los demás. Esto conlleva que para nosotros ser respetados por los demás también debemos respetar a los demás y a nosotros mismos. Debemos respetar cualquier pensamiento, a pesar de no estar de acuerdo con el mismo, en todas sus manifestaciones. De esta manera al aprender a respetar y valorar cada individualidad aprendemos a valorarnos a nosotros mismos con todos nuestros defectos y virtudes.

Cada persona y sus acciones merecen respeto. Nosotros podemos demostrar ese respeto no solo saludando ni llegando a tiempo, sino también prestando atención, cumpliendo los compromisos y dando parte de nuestro preciado tiempo a estas personas.

¿Para qué respetar?

Respetarse a uno mismo implica no realizar actividades o cosas que denigren a su persona. Porque cuando hacemos cosas inapropiadas o inadecuadas estamos dejando mal a nuestros padres, maestros y hasta compañeros de clase, ¿qué hicieron mal ellos para que terminemos haciendo eso? Como cuando no cumplimos las labores o tareas, esto es una falta de respeto hacia uno mismo, pero sobre todo a los maestros y a los padres. El respeto nos ayuda a poder realizar cada acción de la mejor manera, y que ésta sea valorada por los demás de su máxima plenitud.

¿Cuesta mucho respetar? No. Sólo es cuestión de valorar a cada uno, tal y cual es, sin distingo alguno. Practiquemos a diario esta excelente virtud, así construiremos juntos una mejor Nación, un mejor país.

Luis Chávez

Director Académico

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